Ahora vamos para el mismo rumbo, tú
por tierra y mi alma por el suelo. Yo voy por el aire y tu alma por el cielo.
Veo que nos vamos a encontrar solamente
de paso, nos cruzaremos levemente, tu, con tu cita en la tierra y los demás con
la cita contigo, sin ti, pero no entraré al cementerio por la misma razón que
no viajabas a Bogotá, así pues, estamos a mano.
Mientras redactaba esto,
espero que a través de la ventana, tu alma se vea por las nubes como una burbuja
blanca-plata como tu cabello, pues ya estabas manifiesta en una oferta de tiquete,
en un chance, en un almuerzo gratis y en el susto y chiste de una inesperada
turbulencia.
La horas corren para la cita
indeseada, y con estas palabras abiertas que son para ti, comento; imagina a tu
estirpe junta, tan grande y tan adulta que ninguno se parece a otro al punto de
no parecer familiares, sin embargo cada uno con una fracción de ti en su
corazón, en la nariz ñata, en la calavera ñata, en los hilos plata de la
cabeza, barba y bigotes. El único que no se parece a ti es Ramirito, él no es
ñato, es fileño, no es canoso en vez de esto, es rubio como querías que fuesen
tus nietos. Sin embargo, el menos parecido a ti conserva un no “sé qué” que me hace
acordar de ti. Por lo tanto, aun sigues viva en pequeñas y escondidas partecitas
entre todos.
Te recordaré como la bisabuela de
Fabián Esteban, o la abuela del Otro, la abuela de Milena, la abuela de María
Camila, y la mamá de Fabián Esteban Palm. De la Hoz y del otrico Camilo
Palm. De la Hoz, te recordaré como la mamá de papá, y la mamá de Don Carmelo -
de quien se dice fue amamantado hasta poco menos de la pubertad- Te recordaré
con tu sonrisa intacta, luego, redactar esta línea es algo que me hace
llorar. En fin, como no recordar que el rumor, hedor y rugir de mis
entrañas en gran medida provienen de ti, compartimos la misma mutación
genética.
Ayer estabas viva, veías bromeabas
y seguías pensando que Uribe, perdón Duque, era la solución. Pero votarías por
el malo para no enfurecer a tus hijos cachacos, - o sea tu hijo Ramiro-,
ayer pensabas en partir lejos de Barranquilla, para todos era un hecho que
partirías en Santa Marta, vieja, bueno mucho más vieja, por eso aún no siento
que hayas partido pues tarde pero segura cumplías tus promesas. Me siento
orgulloso de que te hayas ido con la lucidez con la cual te recordaré.
¿Dime a quien llamaré varias
veces al año a recordarle que la llamaría solamente dos veces al año? Sólo tú
entendías ese humor fino, seco y amargo como el cacao que según yo no te di.
Pero tu querido José sí te dio. Yo esperaba que viéramos juntos al primer hijo,
del primer hijo, de tu primer hijo, pero seré realista ya no lo podrás ver.
Esto no significa que él no te podrá ver ni escuchar, el oirá mucho de ti –yo grababa
tus llamadas y así oirá tu voz-, oirá de tu temperamento, de tu audacia de tu
longevidad, él sabrá de satanás y su diabla -quienes paradójicamente se hacen grata
compañía en este momento-. El te va a ver no sólo en fotos, verá en mí el
bonito reflejo que hay de ti.
No te quejes ahora, no te piden
papeles ni te hacen pasar por migración. Mi queja es que padecías del mal
de mis abuelos. Se van a puertas de irse…
Todos, amenazaban con sus
"me voy" de quedarse otros diez años más, lo cumpliste. Recordé
cuando cumplí 10 años de ser profesional que para esa fecha –hace diez años- cada
fin de año llorabas por tus hijos, pues te irías. Más la vejez es sabia y
advierte también cuando no llorar. Para esa fecha, el año pasado, no amenazabas
con irte. Ahora recuerdo, sabías que esto pasaría y no volviste a amenazar con
irte para quedarte pues cada quien conoce la máquina que habita.
Mi otra queja es que adelantaste
tu vuelo, ayer le dije a mi tía que te llamaría a las 11.05, como sea, te
fuiste como diarrea expedita, mal parqueada y rápidamente. Dejaste un vacío
doloroso en mis entrañas, en mis tripas. Dejaste un dolor de garganta que me
impide recordarte como eras. Te fuiste y dejaste a la Hija de tu Hija y a tu Isabela
haciendo maletas del otro lado del mundo.
A quienes ofenda este discurso
les recuerdo, que así como he escrito era mi abuela; Ella esperaría verlos con
la menor cantidad de tristeza, a lo mucho una cara larga por el costo de los
imprevistos, pero ella, esperaría verlos a todos felices disfrutando unas
vacaciones de primavera o semana para nosotros acá, reunidos como parientes,
como allegados o como esa palabra sublime que rara vez uso familia.
Que la parte jocosa y audaz de
ella que sigue en mí, les haga recordar lo que nunca olvidaré de ella su
clásico Ahí chuchi.